domingo, 7 de octubre de 2018

Sembrando olas






I

De la tierra soy,
de la tierra
y no de arena.

De los josefinos surcos
de amores campiranos,
donde han nacido mis hijos
cerca y lejos de los arados.

Con los coros conformados
por las vacas y caballos,
de la tierra soy
y reconozco en mí a un ser del campo.

Distante estoy de la cuna
de mis antepasados
para venir a encontrarlos aquí
en la alegría de los limones y los naranjos.

De la tierra soy,
de la tierra
y no de arena.


II

Llegué a conocer en esta tierra
los frutos de la carne,
esos que aboné con desvelos:
cosecha de mi sangre.
¡Nuevos ecos que se asoman
en el sol de la tarde!

De la tierra soy,
de la tierra
y no de arena.

Acogedora isla: ¡Finisterra!
Patria nueva de los navegantes,
fértil dueña eres de los sueños
y la risa de los infantes.

Mujer soy
de la tierra
y no de arena.


III

En las bermejas aguas
me encontré ayer
que nací madre,
cuando en mis ojos quedó plagada
la seducción de los oasis.

A mis oídos aún llega
el tierno rumor del valle.

¡De la tierra soy,
de la tierra
y mis hijos de estos mares!


IV

Con el eco turquesa de las olas
llegan los rezos de mi madre,
ella anida en otras costas,
ella se baña en otras sales.

Mujeres somos
de la tierra,
arando sueños en los mares.


V

Desértica
y sin frutos
como un cascarón vacío,
retazos de mi infancia
fui evocando
para poder construir mi nido
y poco a poco aparecieron (¡vivos!)
esos recuerdos tan míos
cuando olí las madreselvas
al fin
en las casas de mis vecinos
y el murmullo de mi nana
colgada de los racimos
de esas florecillas blancas
que de niña fueron mi idilio
al adornar con guirnaldas
tus cabellos y los míos.

Me abracé de la dicha
y dije:
¡Aquí han de crecer mis hijos!


VI

Las plegarias de los seres
que ahora habitan otros montes
son fuente inspiradora
de mis días y mis noches.

La voz de mi nana dice:
¡En ti ha de morar mi nombre!

Sembrando olas voy
mientras veo crecer mis brotes
que traen bríos y agua dulce
aplacando nubarrones,
aquellos que anunciaban la tormenta
con sus gritos y sus golpes.

De la tierra soy,
de esta tierra
de rosada arena
y fieros hombres.

La voz de mi padre dice:
¡A los muertos no nos lloren,
que nosotros somos raíces
como un día fuimos flores!


Selene Ortega
San José del Cabo
2016