sin importar que existan
las noches estrelladas
o el dolor
o la dicha
o las grisáceas nubes de los días tristes y apagados.
Sembraste tu lengua
en los fértiles rincones de mi aliento,
en la desesperación oculta entre mis piernas
y en la timidez de mis manos torpes.
Y te vi
encendiendo tu tacto con mi boca
y reconociendo en mis gemidos
la textura de lo eterno.
Hoy espero
con unos labios llorosos
que musitan tu nombre en mi pecho.
Selene Ortega
21-feb-2010
1 comentario:
Ese pecho abierto, espectante, parece un cosmos, entero, sí.
Un saludo
Marian
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