viernes, 19 de julio de 2013

La casa más bella del mundo.




Me preguntan, Nana,
cuándo volveré al rancho.
Y mecánicamente respondo que no sé, que pronto, que un día de estos.
Y me quedo pensando, Nana, que han pasado dos años y a tu casa no he vuelto.
Duele, es duro y no puedo con ello.
Porque la última vez que pisé tu casa, Nana, te despediste de ella durmiendo
y llegué a tiempo para poder verla así,
cuando aún conservaba tu aroma, Nana, tu esencia:
esa dulzura que me niego a perder.

Me da miedo ver tu casa ahora, 
porque cuando cierro los ojos la veo apagada,
muerta de ti,
huérfana de ti
y me aterra el pensar que ya no es la casa más bella del mundo.

Pero te confieso, Nana, que otras veces quisiera irme corriendo hacia ella
y sentarme debajo del naranjo,
recorrer cada rincón y embriagarme con el beso de la albahaca y la hierbabuena,
deslumbrarme con el brillo de tus flores, Nana, 
tus flores,
que aparecen marchitas y me arruinan el viaje.



Selene Ortega
San José del Cabo
19 de julio de 2013

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