
Para Arturo Sodoma
que es tiempo de morir
con las hadas madrinas de Tlalpan.
A las doce,
la noche seduce
con su lluvia de luces perpetuas
y unos corales labios provocan el deseo
que la mañana borrará
con su perfume de lavanda.
Otra vez la noche
retorna con el ansia desbordante
Y huyes
Y pides
otro deseo tlalpeño.
En un rincón
tan sombrío como tu pecho
un vagabundo te señala
diciendo:
No pasarás.
Selene Ortega
Culiacán, 2008
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